3. Inmigrantes: la circunscripción electoral más grande
El voto en el extranjero puede resultar más antiguo de lo que se cree. El emperador romano Augusto, que gobernó desde el año 27 a.C. hasta su muerte en el año 14 d.C., inventó una forma de sufragio bajo la cual los miembros del Senado local de 28 colonias estaban facultados para votar por los candidatos a cargos públicos en Roma, para lo cual enviaban sus votos sellados a esa ciudad.
En 1862, Wisconsin se convirtió en el primero de los estados de la Unión Americana que aprobó disposiciones para permitir el “voto ausente” de los soldados que peleaban en el ejército de la Unión durante la Guerra Civil.
Desde un principio, la competencia política ha sido un factor determinante en el tema del voto en el exterior, como documenta un manual de la organización IDEA Internacional y el Instituto Federal Electoral de México, que rememora los anteriores ejemplos. En el caso americano, “los republicanos respaldaron la legislación a favor del voto en el extranjero pues era probable que los soldados apoyaran al presidente republicano Abraham Lincoln, mientras que los demócratas que simpatizaban con los movimientos pacifistas y la causa de la Confederación se oponían a ella”.
Un tercer antecedente mundial lo representa Nueva Zelanda, que introdujo el voto en el extranjero para los marineros en 1890, mientras que Australia lo hizo en 1902, aunque para esta última los procedimientos hacían prácticamente imposible su aplicación.
Se puede votar hasta desde el espacio, gracias a la ley HB 841 que rige en el estado de Texas, Estados Unidos, desde 1997. Ese mismo año el astronauta David Wolf fue el primero en votar desde el espacio, cuando vivía a bordo de la estación espacial rusa Mir. La NASA ha explicado que, junto con el Departamento de Justicia, han establecido un sistema para que los astronautas rellenen su papeleta electrónica y la envíen a su destino, dado que la mayoría reside en Houston, donde la NASA tiene uno de sus centros neurálgicos de operaciones.
La historia de voto en el exterior América Latina se extiende desde Colombia, el precursor de la región, que lo implementó y estrenó a principios de la década de 1960, hasta Chile, que recién lo adoptó e instrumentó en la segunda década de este siglo XXI, pasando por el caso opuesto de Uruguay, donde incluso sus ciudadanos han ratificado en referéndum su negativa a aprobarlo.
La extensión del derecho a sufragar desde el extranjero hoy día sigue ligada a la capacidad de un Estado para reconocer la calidad ciudadana de sus nacionales en el extranjero. El especialista electoral mexicano Yuri Beltrán define el voto migrante como “la posibilidad reconocida legalmente de participar en elecciones, consultas, referendos y otros mecanismos operativos de la democracia, efectuados en el país del cual se es ciudadano, aunque la residencia se ejerza en otro territorio”.
En por lo menos 111 países y territorios del mundo se cuentan con preceptos legales que permiten el voto a sus ciudadanos que se encuentran en el extranjero, documenta IDEA Internacional.
3.1. El acertijo de saber cuántos son y dónde están
En el caso de Venezuela, el voto extraterritorial ha transitado de tener un valor más simbólico a erigirse potencialmente como factor de peso determinante en próximas elecciones, si se garantiza.
La migración ha escalado tan rápido que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) posiciona a Venezuela como el decimoprimer país del mundo con más migrantes internacionales al 2022.
La OIM y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) son colíderes de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V). De acuerdo con sus datos, de las 6,1 millones de personas refugiadas y migrantes que habían salido de Venezuela hasta mayo de 2022, menos de la mitad carecen de un estatus regular.
Según la misma plataforma R4V, existían en mayo de 2022 unos 2,7 millones de refugiados y migrantes venezolanos con permisos de residencia y de estancia regular concedidos. Ellos, en teoría, estarían en capacidad de demostrar algún estatus que denote legalidad de permanencia, como les exige el artículo 124 de la LOPRE.
Sin embargo, y como aclara esta misma plataforma de dos agencias de Naciones Unidas, ese dato de 2,7 millones podría abarcar en algunos países permisos no vigentes a mayo de 2022 o casos de una persona con más de un permiso otorgado. Más niebla sobre un panorama de suyo opaco. Y no son las únicas cifras.
3.2. Venezuela, una nueva geografía
El Observatorio de la Diáspora Venezolana concibe la migración como una nueva geografía nacional. Hasta abril de 2022, tenían registro independiente de 7,2 millones de venezolanos fuera de su país. Según el Instituto Nacional de Estadística venezolano, la población nacional total proyectada a abril de 2022 ascendía a 33,3 millones de venezolanos.
El grueso de la población inmigrante tiene entre 18 y 50 años, lo cual supone que la gran mayoría de ellos está en edad de sufragar. “De ese grueso, podríamos estar hablando de aproximadamente cinco millones de electores”, calcula el coordinador del Observatorio, Tomás Páez, en entrevista con el OEV.
Tómese el cálculo que se tome, desde el más bajo hasta el más alto, la comunidad de venezolanos en el mundo que deberían tener derecho al voto en una elección nacional es superior a cualquier otro registro electoral estadal como el del Zulia, el más numeroso de las entidades federales, que suma unos 2,5 millones de electores. Los migrantes podrían conformar, no cabe duda, la circunscripción electoral más grande de Venezuela diseminada en más de 90 países y 400 ciudades.
Sociólogo con doctorado en Planificación, Páez considera inadmisible que, mientras los países del mundo intentan por cualquier medio acoger a los venezolanos y crear mecanismos legales para ellos, en Venezuela excluyen a una parte de sus nacionales a través de las limitaciones para votar en el exterior impuestas por el artículo 124 de la LOPRE que, desde su punto de vista, están de más. “Es inaceptable, es inhumano, es contrario a todo lo que está haciendo la región para integrar a los venezolanos”.
Alrededor del 80% de los migrantes venezolanos viven en América Latina y el Caribe, estima la OIM. En cada país de acogida se puede interpretar de manera distinta la “residencia o cualquier otro régimen que denote legalidad de permanencia” que condiciona la ley. En cualquier caso, los países han diseñado políticas y han creado diferentes mecanismos ad hoc para atender el fenómeno venezolano.
Así lo ha hecho Brasil, está la visa del sur en Argentina, los distintos programas gubernamentales en Colombia, el reciente programa de Ecuador, el TPS en Estados Unidos, los esquemas de regularización en España… Entramos en figuras muy diversas pero que en todo caso significa aceptar que el migrante está allí, que está de alguna manera regularizado, que existe, que además muestra la integración como política de los otros países, rescata Páez.
¿Cuántos venezolanos en el extranjero están en condiciones de votar?, ¿dónde están exactamente?, ¿cuántos de ellos están cedulados y tienen su cédula de identidad en físico?, ¿cuántos realmente tienen la forma de residencia que exige el artículo 124 de la LOPRE? Son las grandes dudas sin respuesta oficial.
En este ajedrez internacional será fundamental determinar cómo se definirá esa forma de residencia en cada país.
Los cálculos independientes estiman que está regado por el mundo entre el 15% y el 18% de los 21 millones 213 mil 454 electores que conforman el RE, al corte del 30 de abril de 2022, es decir, unos tres millones y medio. En ese mismo RE, sin embargo, apenas aparecen habilitados para votar 107.927 venezolanos en el exterior; esto es, el 0,51% del universo de electores. Se abre, entonces, la brecha más grande y difícil de achicar para el próximo electoral.
Más allá del dato de cuántos son y de cuántos podrían, en teoría, votar, hay otro asunto medular, que plantea Páez: ¿están dispuestos a votar?, ¿están dispuestos a movilizarse? Resultados de encuestas públicas revelan desesperanza y desconfianza sobre los liderazgos tanto del gobierno como de la oposición. “Han sido muchos errores, y eso ha generado esa desafección, ese desapego de los venezolanos con la situación”.
Le corresponde pues fundamentalmente a los partidos políticos, debilitados como estructuras de la democracia según encuestas de opinión, el reto central de generar un clima de motivación.
Unido a lo anterior, diversos estudios plantean los varios desafíos que supone la discusión del voto en el exterior. Dejaremos algunos, al cierre de este punto: se dice que es difícil de operar, que se suele creer que al migrante no le interesa la política doméstica de su país, que el Estado no tiene jurisdicción en esos confines, que los migrantes no sufrirán de manera directa las consecuencias de su voto, que pueden ser influidos por los gobiernos de sus países de acogida y, finalmente, que es costoso, porque hay que garantizar la seguridad del voto.
Otra arista muy cierta es que en muchos países los migrantes siguen contribuyendo a dinamizar la economía nacional a través del envío de remesas.